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Afumarse del aire dos mortos

Lucía D. Bóveda | revista eSmás O Salnés Otoño 2021

¿De dónde viene eso de "aire dos mortos"?
Afumarse del aire dos mortos

Perder el apetito, desaparecer el color del cuerpo, estar siempre fatigado e incluso dejar de hablar. Son unos síntomas muy claros que, para los habitantes de A Illa de Arousa, siempre significaron una cosa si se dan en infantes: que o rapaz ten o aire. Pero, ¿qué es eso del aire? Según la creencia popular, al fallecer una persona, el alma puede quedar vagando en el plano terrenal durante un tiempo y su “aire” puede introducirse en personas susceptibles de recibir influencias negativas, como enfermos, niños pequeños e incluso mujeres embarazadas. Siempre ha sido un mal muy temido, por lo que las personas que iban a entierros o velatorios hacían lo imposible por no llevarse el aire a casa y proteger así a toda su familia.

Una de las formas de purificarse antes de volver al domicilio familiar, en el que podía haber alguna persona susceptible de coger el aire, era haciendo una pequeña hoguera, a la que se le echaba laurel para “afumarse”, lo que les libraría de su influencia. Así, saltaban la hoguera por encima, tres o nueve veces, ningún otro número valía, y se echaban el humo por el cuerpo. Sin embargo, había otras formas de evitar ese aire. Así, si la comitiva fúnebre que recorría el camino desde el velatorio hasta el cementerio pasaba por delante de una casa en la que había bebés o niños pequeños, se cerraban las ventanas, se cogían de la cuna e incluso se les despertaba en caso de que estuvieran durmiendo. El mismo procedimiento se hacía con embarazadas y enfermos, estos últimos siempre y cuando se pudieran poner en pie.

Pero, ¿qué pasaba si, a pesar de todos los esfuerzos, un niño cogía el aire dos mortos? Normalmente, cuando el pequeño enfermaba solía haber un primer momento de peregrinaje entre médicos especialistas de diferentes lugares de Galicia. Cuando llegaba el punto de que ni un solo profesional sanitario supiese lo que le pasaba, era momento de asumir que “el niño tenía el aire”. En ese momento se llevaba a junto de una curandera para que le diese el diagnóstico. En ocasiones, solo con verlo ya lo tenía claro. En caso de que no fuera así, preparaba una palangana con agua y ciertas hierbas y metía al pequeño mientras decía unas palabras. Si se confirmaba que tenía el aire, había varias técnicas para sacar ese aire. La propia curandera lo podía quitar, con un remedio a base de hierbas como el laurel, olivo bendecido en el Día de Ramos y hierba de San Xoán seca, entre otras.

Sin embargo, no era la única manera. En la panadería Mascato, una de las últimas de la isla y cerrada hace poco más de un año, se llevaba a cabo un remedio que pasó de padres a hijos durante generaciones. Si el pequeño había cogido el aire, era necesario llevarlo entre dos personas, sin hablar con ninguna persona por el camino, a la panadería junto a una muda limpia. El panadero ponía la ropa sin usar en la pala y la metía nueve veces en el horno. A continuación, hacía lo mismo con el pequeño, metiéndolo en el horno encendido el mismo número de veces. Después, era necesario ponerle la muda que le habían llevado. Fueron muchos los pequeños que, al llegar a casa después de haber recibido este remedio, comieron por primera vez en mucho tiempo, como si les fuera la vida en ello. La tradición se ha perdido en los últimos años, pero son muchos los habitantes de A Illa de Arousa que la recuerdan y seguro que aún hay personas que, por si acaso, se afuman al salir de un entierro.


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