Redacción revista eSmás | revista eSmás Vilagarcía Nº 38 Otoño 2022
Las obras fueron entregadas al Ayuntamiento de Vilagarcía el 19 de septiembre de 1899
En el último tercio del siglo XIX el alumbrado público de Vilagarcía se debía a las 37 farolas que había en el municipio, que luego pasaron a 44, y que funcionaban por gas petróleo, todo lo cual le costaba al Ayuntamiento el montante de 2.375 pesetas. Ello incluía el pago de una peseta diaria al mozo encargado de encender las farolas y la conservación de las mismas.
Para entonces, la energía eléctrica ya era conocida en Galicia, dado que en 1851 se había realizado una demostración de la misma en el patio de la Universidad de Santiago y en 1864 “los coruñeses quedaron estupefactos al ver iluminado por energía eléctrica el Casino durante las fiestas de celebración de la subasta y adjudicación de las obras del ferrocarril Madrid-La Coruña”.
En 1874 el prestigioso hombre de negocios Laureano Salgado proyectó instalar en el rio Umia una central, en principio térmica, y después hidroeléctrica para suministrar corriente a la comarca.
Como el alumbrado presentaba muchos problemas además de que las instalaciones tenían frecuentes desperfectos, en 1891, siendo alcalde Francisco Gándara y Souto, se forma una comisión para estudiar la posibilidad de instalar un alumbrado municipal por energía eléctrica, y ya en octubre de dicho año, se recibe una comunicación de Antonio Ogando, de Verín “proponiendo la instalación de alumbrado eléctrico en este pueblo bajo las condiciones que de común acuerdo se estipulen caso de la referida proposición sea aceptada”.
El ayuntamiento puso una serie de condiciones razón por la cual no se llevó a efecto el alumbrado eléctrico, y el peso de las discusiones se centró en poner o no el alumbrado municipal por el gas acetileno en vez del petróleo, ya que según algunos, “aventaja al gas ordinario en potencia lumínica y a un alumbrado eléctrico, y en este caso parece ser el más barato de todos, y también de los inconvenientes que para la seguridad y salubridad pública pueda ofrecer”.
Ahora el problema estaba en decidirse por el petróleo, el gas acetileno y la energía eléctrica, razón por la cual se formó una comisión integrada por el alcalde Sr. Sánchez y los concejales Varela y García Isla, y esta comisión se inclinaba más por el gas acetileno, que proporcionaba según los cronistas de la época “una luz alegre y blanquísima”, mientras que la luz eléctrica tenía el inconveniente “de que era preciso cambiar los carbones, que era una operación sucia, engorrosa y no exenta de complicaciones”. Además las primeras bombillas proporcionaban poca luz.
Por otra parte se tenía el ejemplo de Pontevedra que ya disponía de luz eléctrica en el alumbrado municipal desde hacía algunos años y Vigo, que en 1896 había cambiado el gas por le energía eléctrica. La Coruña ya lo disponía desde 1890, al igual que Ferrol un poco más tarde.
Es definitivamente en 1897 cuando el alcalde en funciones Castor Sánchez se decide a formar una comisión para que estudie el problema y la adjudicación definitiva del alumbrado eléctrico tras un estudio serio para lo cual se ponen en contacto con Nicolás Palacios y Ernesto Presser, los cuales envían al Ayuntamiento el día 27 de agosto de 1898 una carta en la “que piden autorización para colocar postes y palomillas en los sitios que le sean necesarios, tanto dentro de la población como en su término municipal, para el tendido eléctrico, ofreciéndose a sujetarse en ello a lo que la ley ordene y la experiencia aconseja. Ruegan también se les diga si este Ayuntamiento está dispuesto a sustituir el actual alumbrado, en cuyo caso formularán proposiciones”.
El ayuntamiento comunica a dicha empresa una serie de condiciones tales como: La separación máxima entre dos postes o apoyos consecutivos del hilo o cable será de cuarenta metros, y la altura mínima a que los cables se coloquen, de cinco metros, siempre que las condiciones de la edificación lo permitan. Los cables tendrán que establecerse sobre sólidos postes metálicos”, y otros de menor interés.
A continuación, es la empresa la que señala al Ayuntamien- to el precio que le costará tres pesetas por lámpara de 19 bujías, 4 ́50 pesetas por las lámparas de 16 bujías, y seis pesetas por las de 25 bujías. Sobre los aspectos técnicos, nada que objetar por parte de los concejales, pero por el costo del alumbrado, “resulta más cara la luz que los demás pueblos en que la fuerza hidráulica era la generadora de electricidad”, insistiendo en que había que bajar los precios puesto que “los precios del alumbrado son siempre más bajos que el que las empresas fijan para los particulares, en comparación este beneficio al número grande de veces que suscribe el Ayuntamiento y que es la base del negocio que la empresa va a explotar”.
Finalmente se celebra la subasta el 30 de enero de 1899, tal como señalaban las leyes, adjudicándose el alumbrado a la empresa de Ernesto Presser y Dauphin, por un periodo de veinte años, quedando como apoderado de la misma, Gastón Bertier Descaves” con la instalación siguiente; 182 lámparas incandescentes de 16 bujías y cinco lámparas de 22 bujías, por todas las cuales se pagaría mensualmente 9.066 pesetas “más lo que suba el impuesto sobre consumo de fuerza eléctrica”.
Tras depositar una fianza de 900 pesetas se inician las obras, pero como es tradicional, a la vez surgen los problemas ya que la empresa ponía postes de madera en vez de hierro, y parte del municipio se quedaba sin ellos. Ante las quejas municipales, la empresa alegó que los postes eran provisionales hasta que la fundición le entregara los de hierro, y que según el contrato, no estaba comprendida la zona desde la plaza de Ravella y el Mercado hasta San Roque, ni desde Santa Lucia al límite de Carril, y lo que represente afueras de la población.
Finalmente, todo se arregló, las obras fueron entregadas al Ayuntamiento el 19 de septiembre de 1899, trayendo la energía eléctrica de la central de Segad en Caldas, gracias a la iniciativa del caldense Laureano Salgado, que ya había construido en 1874.
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