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As Meigas

Lucía D. Bóveda | revista eSmás Vilagarcía Nº 35 Invierno 2021

Profundizamos en esta figura clásica gallega
As Meigas

“Eu non creo nas meigas, mais habelas... hainas”. No hay una persona en Galicia que no haya usado alguna vez en su vida una de nuestras expresiones más internacionales. En Vilagarcía sabemos bien cómo son esas meigas y todos los años celebramos nuestro propio aquelarre para despedirnos de las Festas de San Roque a finales de agosto. En esa noche mágica compartimos rosquillas, queimadas, música y un paseo por el mundo de los seres más míticos de Galicia.

Precisamente, en Galicia proliferan leyendas sobre brujas y hechiceras, y hay cientos de historias orales que giran alrededor de su figura. Tal era su presencia en siglos anteriores que, debido a las numerosas denuncias y procesos que se producían en nuestra región por acusaciones de brujería, Felipe II decidió enviar una comisión para investigar los poderes que se atribuían a las meigas. Aún se conserva en los archivos de El Escorial el informe, en el que los investigadores aseguraban haberlas visto saliendo de sus casa a medianoche.

Cargaban las meigas con las culpas por arruinar cosechas o provocar enfermedades y muertes entre animales y vecinos. Además, se las acusaba de matar niños, practicar el incesto y el aborto, desenterrar cadáveres, comer carne humana y beber sangre, etc. Vamos, que los gallegos de siglos pasados consideraban que las meigas eran más parecidas al propio diablo que a los humanos de a pie. Eran, sin embargo, acusaciones que nunca tuvieron fundamento. Solían proceder de sus perseguidores y, en el caso de que las propias brujas declarasen lo mismo, la mayoría de las veces lo hacían bajo amenazas y torturas. Lo que hay que tener claro es que en Galicia meiga y bruxa son dos conceptos completamente diferentes. Mientras que las meigas hacen el mal, las bruxas hacen el bien, y son las encargadas de deshacer los conjuros maléficos y los males de ojo que lanzaban las primeras.

Hay que remontarse a finales del siglo XIII para encontrar la primera referencia a la magia en Galicia. En concreto, en 1289 un sínodo reunido en Santiago de Compostela prohibía a los clérigos que fueran adivinos, augures, sortílegos y encantadores. No será hasta el siglo XVI cuando se mencionen las “mujeres hechiceras”, que lanzan maleficios a los hombres.

Pero no existe un solo tipo de meigas. Según los poderes que tengan, pueden ser, por ejemplo, chuchonas, más parecidas a los vampiros que a las meigas. Se presentan transformadas en vampiros e insectos, chupan la sangre de los niños y les roban los untos para elaborar ungüentos y pociones. Las asumcordas, por otro lado, espían a la gente y vigilan quién entra y sale de las casas, mientras que la marimanta es la “meiga del saco”, es decir, roba niños y los hace desaparecer. Además, podían ser lavandeiras, que sorprenden al caminante que pasa por un lavadero; vedoiras, esbeltas y con facultades adivinatorias; cartuxeiras, las que echan las cartas y aciertan sus vaticinios, o agoreiras, que envejecen prematuramente pero viven muchos años. Son solo algunos de los tipos de meigas que te puedes encontrar en cualquier lugar del territorio gallego.

Decir “meigas fóra” y colocar la mano como si fuera una figa es la forma habitual de protegerse si una meiga te lanza un meigallo. Además, hay diferentes amuletos que pueden colocarse en las casas o colgarse del cuello de aquel que haya sido hechizado. Entre ellos, colocar una escoba del reves en la puerta de casa, llevar un diente de ajo, una castaña pilonga o unos cuernos de vacaloura, tener tierra bendita del cementerio o ramas de laurel benditas en el Domingo de Ramos en casa, buscar garras de fieras o dientes de lobo, o poseer trozos de azabache, ámbar u otras piedras que rechazan venenos y encantamientos. Además, podrás espantar las meigas si saltas las cacharelas de San Xoán tres veces o un múltiplo de tres.


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