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Castro Alobre

Alberto Martínez Gago - Arqueólogo | revista eSmás Vilagarcía Nº 35 Invierno 2021

Tercera entrega sobre el yacimiento más significativo de Vilagarcía.
Castro Alobre

Continuamos nuestro viaje por la arqueología de Arousa y seguimos en el yacimiento más significativo de Vilagarcía de Arousa, el Castro de Alobre. Terminamos el artículo anterior hablando de economía y comercio y cómo a través de este llegaron no solo objetos sino también nuevos conocimientos.

Este progreso de los siglos anteriores se interrumpió en el cambio de era (quizás debido a las guerras Cántabras, del 29 a.C. al 19 a.C.). Tras la llegada de Roma al noroeste peninsular, surge una nueva realidad. En el caso de Alobre vemos como sobre las estructuras antiguas se construye una villae o domus, como lo evidencian los restos del hipocausto documentado (foto superior), una cámara debajo de un pavimento que funcionaba como sistema de calefacción. Según los arqueólogos, sobre este hipocausto habría una habitación cuadrada en la cual quizás habría una bañera con agua caliente o templada. Al norte de esta estructura estaría el horno, que calentaba el aire que circulaba por el hipocausto. Al este se documentó una estructura rectangular con un ábside que indica que pudo funcionar como bañera de agua fría, y, al oeste, los restos de otra estructura de planta rectangular que pudo funcionar también de bañera.

Esta prosperidad del castro continuó en los siglos posteriores, como podemos ver en las estructuras documentadas, como las piletas de salazón, las tumbas (s. IV-V) o el ara a Neptuno, que nos indican todas ellas que estamos ante una romanización total de la población, pues los habitantes del castro eran enterrados usando la inhumanación, y dedicaban aras (piedras sobre la que se hacen sacrificios a la divinidad) en latín a un dios romano como Neptuno.

Sin profundizar, diremos que antes de los romanos no sabemos exactamente como morían los castreños, pues no se han encontrado necrópolis (con la excepción de la del Castro de Meirás). Según algunos investigadores, los castreños yacen en los fondos de los ríos con sus armas. Otros nos dicen que los incineraban y esparcían las cenizas al aire, y los terceros aseguran que los cuerpos eran arrojados por los acantilados para que se los comieran los buitres. En cualquier caso, vemos cómo esas costumbres van cambiando, y en el siglo IV-V los cuerpos eran enterrados a la manera romana, como se documenta en la necrópolis documentada a principios del siglo XX en uno de los terraplenes del castro, dónde se encontraron tumbas como las expuestas hoy en día en el Museo de Pontevedra (foto derecha), con orientación de naciente a poniente.  Los cuerpos son inhumados sobre unas tejas romanas y, posteriormente, se cubren con tejas inclinadas, con ímbrices (tejas curvas) cerrando por arriba esas tejas inclinadas. En una de esas tégulas se encontró un ladrillo con la inscripción: RX (tal vez abreviación del resurget in Christo) año 441.

Nos dice Bouza Brey que en el Museo de Pontevedra hay, también procedente de Alobre, un pedazo de mosaico, de teselas muy finas blancas y negras. En 1921 se encontraron, debido a las obras para el relleno del puerto, restos de “pilos para salgar peixe” según Bouza Brey, del cual os hablaremos en el próximo artículo, junto al Ara de Neptuno. 


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