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¿Cómo era el castillo de Lobeira?

Aldana Fernández Cambas - Graduada en Historia del Arte | revista eSmás Vilagarcía N46 Otoño 2024

Tras el derrumbe causado por los irmandiños, en 1524 el arzobispo Alonso de Fonseca II reconstruye la fortaleza.
¿Cómo era el castillo de Lobeira?

En la comarca no existen grandes elevaciones de terreno. Concretamente, el Monte Lobeira se eleva unos 290 m sobre el nivel del mar. Por este motivo, los pocos montes que existen se utilizaron como lugares defensivos y estratégicos. En este caso, el Monte Lobeira permite observar toda la comarca de O Salnés y, a su vez, sólo contaba con una zona de acceso a la fortaleza, lo que la convertía en un sitio defensivo perfecto.

Sin embargo, el uso de Lobeira se remonta a varios siglos antes de su castillo medieval. Esto lo demuestra un círculo lítico neolítico encontrado hace tan sólo unas décadas. Además, pudo haber existido un poblado castrexo conocido como Castrum Luperiae, que se remontaría a los últimos siglos antes de Cristo, aunque pocos restos quedan de él, ya que la posterior fortaleza distorsionó los vestigios anteriores.

De esta manera, continuando con la función defensiva, la fortaleza presente entre el siglo X y el siglo XIV se construyó para vigilar el paso de la costa al interior. El momento de mayor apogeo se corresponde con los siglos XI y XII, coincidiendo con la reina Urraca —reina de Castilla—, quien eligió este asentamiento a principios del siglo XI cuando buscaba una zona segura. Además de la monarca, había un pequeño número de personas que vivían permanentemente en el lugar, por lo que contaba con varias habitaciones y estancias. Junto a la fortaleza, existía una torre de tres pisos de madera que alcanzaba cierta altura, necesaria para cumplir su función, con una pequeña entrada a la que se accedía por una escalera. Cuando deja de cumplir su finalidad defensiva, deja de ser residencia monárquica y, consecuentemente, la construcción es abandonada. Tras pasar por varias manos, se va deteriorando hasta llegar al siglo XV y las revueltas irmandiñas.

Las revueltas irmandiñas fueron revueltas populares gallegas contra los señores feudales y propiedades eclesiásticas que tuvieron lugar entre 1466 y 1469. Estas destrucciones, llevadas a cabo por los revolucionarios, se sumaron al ya deteriorado estado de la construcción. Dos siglos después, termina por demolerse cuando pasa a manos de los Mariño de Lobeira.

Tras el derrumbe causado por los irmandiños, en 1524 el arzobispo Alonso de Fonseca II reconstruye la fortaleza. Según los testimonios de la época, se trataba de una construcción mucho mejor que la primitiva, la cual señalaban que era la mitad de tamaño, de argamasa y menos recia.

A día de hoy, ya no contamos con casi ningún resto, pero con la distribución actual podemos imaginarnos lo que había previamente. Lo que más abundan son cavidades y pequeños habitáculos formados conjuntamente entre el hombre y la naturaleza, además de zonas allanadas que demuestran haber sido utilizadas para la vigilancia. Aún se pueden encontrar restos de sillares de una de las torres de la muralla, mientras que los restos de la otra torre quedaron ocultos debajo de las obras de la cruz, hecha en 1896. Posteriormente, en los últimos estudios arqueológicos, se encontraron monedas del siglo XV y piezas de cerámica, lo que demuestra la importancia del lugar.

Como reflexión final sobre la importancia del patrimonio local, la historia del Castillo de Lobeira refleja cómo las construcciones representan la historia del lugar y sus modificaciones sociales, económicas y de pensamiento. Por eso, aunque a priori podamos restarle importancia a una construcción que ya no está, intentar saber de ella, o al menos entender su función y sus reformas, nos permite comprender mejor nuestro entorno y nuestra historia.

 

 

 

 

 


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