Desde la revista Es Más Vilagarcía es un placer haber conseguido abrir las puertas del Pazo de Vista Alegre a los vilagarcianos, un símbolo para nuestra ciudad que hasta ahora se mantenía entre el olvido y un halo de secretismo y que para nada es la realidad de una familia de lo más cercana y que ha cuidado de este grandioso monumento durante generaciones.
(Angel Chantre, director de la revista)
Decía Joaquín Sorolla que en su paleta no existían suficientes tonos de verde para pintar los paisajes de Galicia.Sin embargo este gran pintor del siglo pasado escogió en 1915 los jardines y la finca del Pazo de Vista Alegre para dar vida a uno de sus obras más emblemática y conocida, “La romería”, que se exhibe en Nueva York en la Hispanic Society. En la pintura del pintor valenciano puede verse al fondo la isla de Cortegada y varias vacas que seguramente estuvieron uncidas al carro que, todavía a día de hoy, sobrevive en un edificio externo ubicado en pleno corazón del jardín del Pazo, con miles de verdes en toda su extensión, y que constituye tan solo uno de los tesoros de un pazo unido de forma indisoluble a la historia y a la sociedad de Vilagarcía.
La historia contada
Lo cierto es que desde tiempos inmemoriales la zona de las antiguas marismas de A Xunqueira y del entorno del río de O Con ha tenido edificaciones para el asentamiento humano. Sin embargo no sería hasta mediados del siglo XVI cuando el Pazo de Vista Alegre empezaría a construirse. Fueron Álvaro de Soutomaior y su hermano Rodrigo de Mendoza los que pusieron sobre la mesa la cantidad suficiente para hacerse no solo con los terrenos del Castro Alobre, sino también con los del couto de Barrantes, en Ribadumia, en una operación cerrada con el monasterio de San Martiño Pinario de Santiago. Fue justo ahí, en torno a 1545, cuando nació el Pazo de Vista Alegre.
La edificación primitiva tenía una planta rectangular y dos torres, una fisionomía que por diferentes avatares se iría modificando con el paso de los siglos. De hecho solo cien años después un nieto de Álvaro de Soutomaior, el arzobispo de Santiago Fernando de Andrade, mandó construir justo enfrente el conocido hoy como convento de las Agustinas Recoletas, en donde se ubica el templo de Santa Rita. Su construcción quedaría ligada para siempre a Vista Alegre después de que un rayo destrozase una de las dos torres del Pazo que el propio arzobispo mandó reconstruir, pero ya en el convento. De ahí que sea el de Vilagarcía uno de los únicos conventos del mundo que cuenta con una torre de estas características.
El Pazo fue contando poco a poco con añadidos en torno a la grandeza del edificio y a un jardín que miraba directamente al mar. La gran muralla exterior o el puente de piedra que comunicaba directamente con la iglesia parroquial de Santa Eulalia son algunos de los elementos unidos a Vista Alegre. La casa anexa al Pazo, construida también a posteriori por la familia del indiano Andrés Fernández, fue conocida como la Casa del Cónsul, pues sirvió durante años de vivienda del precisamente cónsul inglés Cameron Walker dada la importancia que nuestra ciudad tuvo para la flota británica y de las excelente relación entre Vilagarcía y el Imperio Inglés, de ahí que aún hoy a los vilagarcianosse nos conozca en la comarca con el nombre de “los ingleses”.
En el corazón del Pazo
La historia del Pazo escrita en miles de ocasiones por decenas de plumas y el linaje de sus propietarios primitivos perduran todavía hoy a través de los seis descendientes, y actuales herederos de todo el conjunto, que con la única ayuda de su patrimonio personal se encargan de mantener una edificación con múltiples achaques propios del tiempo, pero que no ha perdido su solemnidad.
Uno de sus actuales propietarios nos abre la puerta principal y nos permite adentrarnos en un edificio que en cada esquina tiene algo que contar. “El arco principal, este que veis aquí justo al entrar, llama muchísimo la atención de los arquitectos que nos visitan”, señalan desde dentro del Pazo. “Antes toda esta entrada estaba encalada, un procedimiento habitual por tema de enfermedades, pero más tarde se descubrió para exhibir todo el esplendor de la piedra de este portal en donde se encuentran nueve puertas y arranca una majestuosa escalinata”.
El inmueble mantiene en el interior las bajas temperaturas de las edificaciones de piedra y las escaleras, hasta secretas se pueden encontrarse en cualquier rincón. “Los escudos de piedra son los blasones de las casas de Mendoza, Soutomaior y Caamaño”, indica. Un reloj de sol en la fachada principal es otro de los atractivos que acostumbra a pasar desapercibido para un ojo poco experto.
“Salvo cuando se vendió a la familia Castro, el Pazo perteneció a los antepasados de mi padre. En esa venta se decía expresamente que se vendía la casa pero no el tesoro. Un tesoro que, dicho sea de paso, nunca apareció”. El tesoro y su mítica existencia es tan solo uno de los misterios que rodean la edificación. “Es cierto que se dice que existía un pasadizo que unía Vista Alegre con Lobeira. Ese es otro de los mitos. Lo que está claro es que el agua que tenemos aquí sí procedía de un manantial de ese monte, pero más allá... a saber”.
Una gran claraboya constituye uno de los principales encantos del piso superior del inmueble en un cuarto que, años atrás, albergaba una capilla. En todo el interior la decoración se mantiene intacta, aunque tampoco ajena al paso del tiempo. Grandes sillones, relojes, cuadros pintados a mano o decenas de muebles son parte de una casa en la que “para comer se llamaba a golpe de gong hasta no hace mucho”. Los propietarios reconocen que el Pazo se ha convertido en una casa que trata de ser confortable aunque “es muy, muy complicado mantener todo esto. Nos dejamos mucho dinero aquí porque es muy costoso mantenerlo, es un auténtico pozo sin fondo y, además sin ninguna subvención hasta el momento”. En los meses de verano dormimos más de veinte personas de la familia e invitados. Aunque hemos llegado a superar la treintena. Nuestros amigos llegaron a decir que Vista Alegre era como la ONU, pues podías encontrarte en el desayuno a una japonesa, un inglés, un par de francesas o a unos amigos alemanes. Aunque muchos de la familia trabajan fuera de Vilagarcía y viajan por todo el mundo, consideran que su hogar se encuentra aquí. El vínculo ha sido estrechísimo, con innumerables cesiones al Concello y a sus habitantes. Y no solo con Vilagarcía como ciudad, también con el convento de las Agustinas Recoletas, primo hermano del Pazo. "Cada una de las monjas de clausura es madrina de uno de nosotros. Siempre ha existido una buenísima relación, como si fuésemos familia. Quizás sus rezos sean escuchado para que todo nos vaya saliendo bien”.
La hectárea y media de jardín es otra de las joyas que, desde mejor que ningún otro sitio, puede contemplarse desde las almenas de la torre del Pazo. “No tenemos un gran jardín, es muy difícil un cuidado absoluto”. Eso sí, en su interior se albergan tilos, cipreses, acacias, bambúes e incluso una araucaria llegada directamente del Pazo do Castriño. La parte trasera del jardín da a la zona portuaria, una zona que en su día albergaba una playa y que, en conjunto, era conocida como “A Hortiña”. “En el siglo XIX este era un sitio elegante para el turismo, la playa llegaba justo aquí”. Hoy, el crucero ubicado justo al lado de la muralla, apenas puede ver el mar.
El futuro
Los propietarios del Pazo de Vista Alegre señalan que el futuro del mismo exige replantear el pazo y su terreno para conseguir que sea sostenible Actualmente los propietarios descartan abrir las instalaciones permanentemente al público. “Para abrirlas al público tienes que tenerlas muy bien, separar bien la zona de uso privado y mantenerlo adecuadamente. ¿Cómo lo hacemos? ¿Cobramos una entrada o no lo hacemos?”. Reconocen que han contactado con varias empresas hoteleras y de hostelería, sin que ninguno de los proyectos presentados convenciese del todo. Por ello se apunta la idea sería desarrollar un complejo hotelero con un parking que diera servicio a toda Vilagarcía. “Nos gusta una idea similar a la que existe en el Pazo de Ferrera, en Avilés, pero creemos que poner en marcha el proyecto sería una cuestión fundamental para poder llevar a cabo una solución sostenible para Vista Alegre”. Un proyecto que estaría condicionado en todo caso por el beneplácito de Patrimonio de la Xunta.
No es la puesta en valor del Pazo la única espina clavada de la familia. Recuerda que se cedió el uso del Castro de Alobre al Concello, pero hasta el momento nadie les ha informado de lo que se ha encontrado allí. También señalan que una de las condiciones es que lo que se encontrara tendría que quedarse en Vilagarcía en un museo con el nombre del fallecido padre, César Sánchez de Diego, que fue Marqués de Vilagarcía. Este título se perdió en la familia durante la Dictadura Franquista a favor de un primo lejano, marino de guerra.
Por el momento la casa descansa en silencio la mayor parte del año, con una pequeña zona preparada para ser habitada en invierno, esperando que llegue el verano con el ajetreo y las visitas. En todo caso amurallando miles de secretos e historias por contar, de tesoros, espíritus, amores, gestas y aventuras. Esas que solo pueden ser percibidas a través de las rendijas de la fortaleza y que forman parte de la historia de una ciudad que nació y creció influenciada por Alobre y Vista Alegre.