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El topónimo Salnés

Victor Viana | revista eSmás O Salnés Nº16 - Primavera 2021

¿De dónde viene esta palabra Salnés?
El topónimo Salnés

Cuando en cualquier noticia aparece la palabra Salnés,  instintivamente pensamos en el territorio en que vivimos en la parte sur de la ría de Arousa, de la misma forma que lo hace un habitante de la parte norte de la ría, por ejemplo de Ribeira en relación con la palabra Barbanza pero, ¿de donde viene esta palabra Salnés, que comprende los territorios entre las rías de Arousa y Pontevedra conformado el valle del Salnés, regado por el río Umia y sus pequeños afluentes?

Dos teorías han surgido, ambas en el siglo XX acerca del origen del topónimo Salnés.

El notable intelectual Celso García de la Riega, conocido a nivel nacional por su teoría acerca del Colón gallego, dijo que procedía del nombre “Celeni” o sea el pueblo de los “Cilenos” que ocuparon primitivamente el territorio comprendido entre los ríos Ulla y Lérez”, y que tendría su capitalidad en la actual Caldas de Reyes. 

Los primitivos habitantes de esta tribu serían gentes que adoraban la luna, lo cual podría significar según este historiador, que el Salnés actual comprendería a todos pueblos de esta extensa comarca que adoraban a la luna.

Por ello, cuando los romanos conquistaron esta parte de Galicia, designaron al lugar como ”Aquae Celenae” que significaría  pueblo o tribu de las Aguas de los Cilenos, hoy conocida como Caldas de Reyes.

Según anota el investigador caldense Hipólito de Sá Bravo, en uno de los manantiales de Caldas, “apareció un ara votiva (vendría a ser un altar o piedra que se ofrece como voto o promesa) dedicada a Edovio, un dios indígena (de los Cilenos). El ara dedicada  a Edovio fue encontrada en la arqueta del manantial que suministra el agua que corre por la fuente del agua caliente, y encima del cual está construido el Hotel Balneario Dávila”.

A dicha fuente siguen acudiendo los habitantes de Caldas y pueblos limítrofes a coger agua caliente para proteger el árbol respiratorio y la piel.

Celso Garcia de la Riega hace la siguiente evolución filológica para defender que el topónimo “Salnés” desciende de la palabra “Celenis” como topónimo de “Celeni”. Por un cambio vocálico  a lo largo del tiempo, se transformaría en “Saliniense”, y de aquí a “Salinense” que derivaría finalmente en “Salnés”.   

La otra teoría, que parece más convincente es la que modernamente expuso Hipólito de Sá Bravo, según la cual, el nombre de Salnés procedería de la palabra “salinense”, que ya se le daba al territorio en el siglo VI, y que procedería de la palabra latina “sal salis” o sea la sal que se obtenía de las salinas que existían en el territorio desde la época romana. De ahí, que la palabra Salnés significaría tierra de salinas o de sal.

Que la sal era un bien preciado para la conservación de alimentos y saborización de los mismos, lo demuestra las numerosas leyes referidas a las salinas y los conflictos desencadenados por su propiedad, y aunque actualmente han perdido importancia  por los modernos sistemas de conservación, todavía en la actualidad hay 22 salinas entre interiores y costeras.

Tan importantes fueron las salinas del Salnés a través de la historia, que en numerosos testamentos y donaciones aparecen entre los bienes a heredar tanto entre la nobleza como en la realeza de la Edad Media, y el citado historiador caldense habla de los siguientes: 

El rey Ordoño II, en el año 911 confirma la donación que hizo su padre Alfonso III a la Iglesia de Santiago, así como “la villa de Noalla con sus colonos y las salinas que allí había”. El obispo de Iria Flavia, Sisnando I. cede al Monasterio de San Martín Pinario en el año 912, “la mitad de la isla de Arosa con su iglesia y las salinas que eran de su pertenencia”. En el 922, el rey Alfonso IV confirma a los monjes de de San Ciprian de Calogo en la actual Vilanova de Arousa la posesión “de las salinas que ellos habían hecho en el lugar de Usa de la parroquia de András”. Doña Ilduaria, madre de San Rosendo dona al monasterio de Celanova, “el cercado de la isla de La Toja, en el que había treinta salinas, tres pesqueras y tres colmenares”. El rey Fernando II en 1164 dona al Monasterio de Osera las salinas de Santa María de La Lanzada.

Hipólito de Sá cita en su estudio más salinas en las tierras del Salnés, que harían demasiado extenso esta relación de las mismas, pero si es interesante relatar por último, que “el padre Sarmiento en su viaje a Galicia del año 1745, menciona La Lanzada y Noalla con las salinas de aquella zona, y en documentos del mismo tiempo se citan las salinas de la isla de Arosa, todas las cuales son reminiscencias de las ya mencionadas salinas abiertas y construidas en la comarca saliniense en tiempos antiguos”.

Fue precisamente en las salinas de Noalla en donde en el siglo XVIII se hizo una fuerte inversión: alrededor de 200.000 reales para mejorar la producción de sal de las mismas, cifrada en 20.000 fanegas. Era la época del gran empujón en la producción de salazón que los catalanes, recién llegados a las costas de la ría de Arousa, estaban poniendo en práctica con nuevas técnicas.

Finalmente, nada se consiguió y las muchas fábricas de salazón del Salnés y del resto de Galicia tuvieron que acudir a las extensas salinas de Portugal y las costas levantinas y sur de España, para conseguir las ingentes cantidades de sal que necesitaban para la industria de la salazón. Restos de las primitivas salinas de la zona, todavía se pueden ver en el Rial cuando hay bajamar, como prueba de su pasado glorioso.

Tenía pues razón Hipólito de Sá al defender el topónimo Salnés como procedente de las muchas salinas que había en el territorio, hoy tristemente desaparecidas. 


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