Lucía D. Bóveda | revista eSmás Vilagarcía Nº32 - Primavera 2021
Escritor y experiodista del Washington post. Ganador de 3 premios Emmy
Alberto Avendaño, nacido en Vigo pero residente en Vilagarcía de Arousa en la actualidad, es un reconocido periodista, escritor y traductor. Ha vivido más de 30 años en Washington, donde ha trabajado, entre otros medios, para el Washington Post, en donde fue director general de El Tiempo Latino. Junto a Antón Reixa y Manolo Romón integró en los años 70 el Grupo de Comunicación Poética Rompente, una época en la que colaboró con artistas como Menchu Lamas y Antón Patiño, así como con otras personalidades de la época como Julián Hernández. Además, fue lector de Lengua y Literatura española en la Johns Hopkins University y, entre otros galardones, ha recibido tres premios Emmy por algunos de los reportajes políticos que ha realizado.
¿Cómo acaba en Vilagarcía un vigués casado con una americana de origen cubano?
Por amor. Mi mujer es cubana-estadounidense y ella es quien se enamora de Vilagarcía. Además, no estamos lejos de Vigo. Yo vivía en el área metropolitana de Washington y tardaba 25 minutos en metro en llegar al trabajo y 30 a la Casa Blanca, que es lo que tardo aquí con el tren a Vigo. Desde un punto de vista logístico, no hay ningún tipo de problema para vivir toda esta área como una gran metrópolis. Y, después, desde un punto de vista emocional y cultural, lo que estoy haciendo es retornar a las fuentes, que es algo que un emigrante siempre acaba haciendo. Los que nos fuimos en algún momento somos emigrantes y pasamos la misma trayectoria de emocionalidad y depresiones. No hay diferencia entre alguien que se va y acaba montando un negocio de muebles, y alguien que se va y acaba teniendo una carrera más o menos exitosa en el periodismo.
Háblame de tus inicios, de los tiempos de la Movida Viguesa con el Grupo Rompente, formado a mediados de los años 70 junto a Antón Reixa y Manuel Romón, ¿cómo recuerdas esa época?
Recuerdo que éramos muy pequeños, teníamos 18 o 19 años, y fue en una época, a partir de 1976 que es cuando entro en Rompente, en la que España cambió. Éramos gente muy joven que estaba intuyendo la atmósfera de una España y una Galicia en cambio, pero también agotada. Y salimos con espíritu creativo para hacer poesía beatnik, surrealista o dadaista, para romper los platos. Fue muy divertido y muy emocionante. Son edades en las que, en realidad, no sabes qué haces en la vida. Pero a nosotros nos definía una necesidad de búsqueda y una claridad arrogante y agresiva de lo que no nos gustaba. En realidad, ya en esa época éramos gente muy asentada, lo que pasa es que no lo sabíamos. Fundamos una empresa editorial, que duró una primavera, pero sirvió para editar tres libros de autor, y creamos nuestros propios canales de distribución.
De ahí, pasaste a conducir y dirigir diferentes programas y magazines en la Radio y la Televisión de Galicia. ¿Fue como una escuela para ti?
Fue una escuela gratis, y la experiencia en la radio fue fantástica. De hecho, ya viviendo en Estados Unidos, durante tres o cuatro veranos volvía a Galicia y tuve programas matinales en la Radio Galega. Y era muy emocional, reunirme no solamente con los colegas sino con la audiencia, porque su feedback era impresionante. Y de ahí me llevo una anécdota. En la embajada española de Washington, alrededor del año 2000, conocí a Abel Caamaño, un chico lucense que me confesó haberse hecho periodista por mi culpa, porque quería ser como ese señor que hablaba en la radio, que durante varios veranos hizo programas en gallego, introdujo música de fuera, habló de cosas de EE UU, de cómo se vive... Por eso siempre intento decirle a todos los colegas que están delante de las cámaras o haciendo radio que lo que hacen, aunque estén machacados y su situación sea precaria, tienen que hacerlo con optimismo y profesionalidad. Porque muchas veces estás cambiando vidas sin darte cuenta.
Precisamente en esa época tuviste la oportunidad de viajar a Cuba con Manuel Fraga y entrevistarte con Fidel Castro. Y tengo entendido que le hiciste unas preguntas que no le hicieron mucha gracia... ¿Cómo fue esa experiencia?
Fue un encuentro en la tercera fase. El viaje de Manuel Fraga tuvo lugar poco antes de emigrar a Estados Unidos. Mi vida laboral era muy inestable, mi mujer decidió que no podíamos seguir así y fue ella quien empezó a hacer las maletas. Y esa visita, la experiencia de ir a Cuba con un personaje de la enormidad política de Manuel Fraga, poder levantar el dedo y mirar a los ojos al comandante y hacerle preguntas sobre transiciones democráticas y cambios reales en la isla, fue muy buena. Manuel Rivas estaba en ese viaje como corresponsal de El País y escribió que yo le había hecho esas preguntas al comandante, que él me había contestado muy brevemente – lo cual para uno de los dictadores con la mayor incontinencia verbal de la historia significa que estaba mandando un mensaje-, y Rivas escribió que gané un concurso de baile en una sala de fiestas de La Habana. Y eso es verdad. No bailo mucho, pero el concurso y la victoria están ahí. En vez de una pica en Flandes, puse una gaita en La Habana.
¿Cómo fueron tus inicios en Estados Unidos?
Muy duros. Lo bonito era que tenía que cuidar a mi hija y cuando tienes que cambiar pañales y que preocuparte del día a día de un ser humano en miniatura, lo llevas mejor. Te va despistando de tus propias frustraciones y de la eterna pregunta de qué haces allí. Al principio fue duro, pero mi mujer me propuso que estudiase periodismo en la Texas Tech University, que la teníamos muy cerca de casa. Y me gradué en tres años, en vez de cuatro, Magna Cumme Laude, porque fui a visitar al decano con todo mi trabajo previo (traducciones al gallego, artículos, libros de Rompente, VHS de mis intervenciones en televisión, etc.) y mi historial académico de la Universidade de Santiago, donde había estudiado Filología Germánica. Así me convalidó algunas asignaturas y acabé en tres años. Y poco tiempo después estábamos conduciendo un camión con los muebles de la casa hacia Washington.
Has ejercido el periodismo en Galicia y en Estados Unidos, ¿hay mucha diferencia entre las formas de hacer periodismo en cada uno de esos territorios?
Lo que es básico, lo esencial de la profesión, hay muchos profesionales que lo cumplen en las dos partes del mundo y que lo hacen todos los días. Las empresas obstructivas hacia la profesión, los jefes periodísticos tóxicos, las condiciones de trabajo precarias y los medios prejuiciados y con agenda, existen aquí y allí. Ahora bien, Estados Unidos tiene una cultura de aceptación y de entender el riesgo y de apostar por el talento que está a años luz de lo que hay en Galicia o en España en general. Eso implica que hay una mayor inversión para poder llevar cosas adelante. Es un país en el que se valora lo que tú haces en el presente y lo que hiciste en el pasado, y se apuesta por lo que podrías hacer en un futuro. Ese tipo de apuestas por las nuevas generaciones es lo que hay que hacer aquí.
¿Cómo llega un gringo gallego a conseguir no uno, sino tres premios Emmy?
Se gana trabajando con profesionales que son mejores que tú. El primer Emmy que gané fue en 2016, y los otros dos los recibí en 2019. Ese primero fue por un reportaje que hicimos sobre el senador Tim Kaine, que se había presentado como vicepresidente con Hillary Clinton en las elecciones de 2016. Durante la campaña los medios siempre repetían que tenía muy buena relación con la comunidad hispana y decidí investigar el por qué de esa relación, que se remontaba a su época de estudiante de Leyes en la Universidad de Harvard, cuando dejó un año la carrera para irse a un pueblo perdido de Honduras con los misioneros jesuitas. Un equipo fue a Honduras a entrevistar a la gente de allí y otro estuvo en la zona de Virginia, de donde es el senador.
El año pasado publicaste “A tropa contra o virus” en colaboración con el dibujante Gogue. Háblanos del libro y de esa aventura de Monchiña y Floreano.
Yo ya había contratado a Gogue para que me hiciera las caricaturas de Donald Trump, Hillary Clinton y del senador Kaine durante la cobertura que hicimos de la campaña electoral de 2016. Y el año pasado pasé de emigrante retornado a emigrante confinado en Vilagarcía. Estaba confinado y aburrido y había un virus, ¿quién se iba a encargar de atacar al virus? La gente mayor, los personajes de Gogue: Monchiña, Floreano, el Cura, Epi, etc. Y esto se convierte en una historia que se titula “A tropa contra o virus”, que publicó Xerais en gallego pero solo con la ilustración de la portada, y la editorial Caligrama con las caricaturas y en español. Esta pandilla empieza en O Grove, llega al monte Xiabre, mata virus por Vilagarcía para evitar que lo cojan los madrileños cuando vengan, y soluciona la papeleta. Y llegan todos hasta Santiago de Compostela, donde le salvan la vida a unas personas mayores, al presidente de la Xunta y al alcalde. Me lo pasé muy bien, nos divertimos mucho y, al mismo tiempo, es un mensaje de solidaridad.
Y ahora vuelves a la poesía, con un nuevo libro titulado “Pandemia Poem(a)s”. Ha dado para mucho el confinamiento...
Este libro cierra mi ciclo literario estadounidense. Yo escribo de una manera casi esquizofrénica, fundamentalmente en gallego, escribí mucho en español en toda mi vida en Estados Unidos y bastante en inglés. Este es un libro en el que voy conjurando todos los fantasmas de la pandemia, el ejercicio de la soledad, qué significa estar unidos en soledad, y qué significa toda esta presión que estamos viviendo con la pandemia. Y es un final de ciclo americano. Pero hay también un reencuentro con la persona que hace las ilustraciones, que es Menchu Lamas, que nos lleva al Grupo Rompente. Estoy muy ilusionado con ese proyecto. Además, tengo el privilegio de que Darío Villanueva, exdirector de la Real Academia Española, el poeta Indran Ayrthanayagam y el profesor David Green me dediquen unas líneas. Por otro lado, el poeta y miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, Luis Alberto Ambroggio, me hace la introducción. Por lo tanto, estoy muy bien acompañado y es un libro que puede acompañar a los lectores, incluso aunque no les guste la poesía.
En el 2019 la Fundación Barrié en Vigo fue el lugar escogido para del reencuentro del Grupo Rompente, en el marco del Festival Kerouac. ¿Vuelve Rompente?
El Grupo de Comunicación Poética Rompente vuelve porque, en palabras de Antón Reixa: “Se volve Alberto, haberá que volver a Rompente”. Además, como ya dije, mi vuelta a Galicia es un regreso a las fuentes emocionales y espirituales. Y no hay nada más emocional, espiritual, personal y que lleves dentro que lo que tú eres. Rompente saca ahora en primavera “Que hostia din os rumorosos?”, que es un título de tres autores -Alberto Avendaño, Manuel Romón y Antón Reixa-, con ilustraciones y estética de Antón Patiño y Menchu Lamas, y con una introducción casi comprensible de Julián Hernández, líder de Siniestro Total. Y ese va a ser el regreso. Van a ser tres libros dentro de uno solo y, al final, incorporará textos históricos que realizamos en colaboración. Incluido uno sobre el virus, precisamente, que hicimos durante el confinamiento mandándonos WhatsApps.
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