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Farsa o Danza de las Espadas de Carril

Redacción revista eSmás | revista eSmás Vilagarcía 49 Verano 2025

La Farsa de Carril: danza ancestral que une fe, historia y comunidad cada 25 de julio.
Farsa o Danza de las Espadas de Carril

Cada 25 de julio, Carril se transforma. Las calles se visten de blanco, los nervios se tensan como las cuerdas de las gaitas, y los corazones de los vecinos laten al compás de una tradición que se remonta a más de tres siglos atrás. Es el día de la Farsa, también conocida como Danza das Espadas, una de las manifestaciones más antiguas, singulares y queridas del folclore gallego.

 

 

Esta celebración, profundamente ligada al culto al Apóstol Santiago, combina elementos religiosos, festivos y simbólicos en una coreografía que no deja indiferente a nadie. Nacida en el seno de las antiguas cofradías gremiales de marineros y pescadores que habitaban esta villa marinera, su esencia ha resistido el paso del tiempo, transmitida con orgullo de padres a hijos, de abuelos a nietos, como un legado de identidad colectiva y espiritual.

 

UNA DANZA CON ALMA

Los protagonistas de esta danza ritual son 36 bailarines, que hoy pueden ser tanto hombres como mujeres, y que durante semanas se preparan con rigurosa disciplina para ejecutar con precisión milimétrica los ocho bailes que conforman el recorrido. Ataviados con camisa blanca con la cruz de Santiago bordada, pantalón del mismo color, boina y una faja roja o amarilla simbolizando la bandera de España, desfilan por Carril al ritmo vibrante de gaitas gallegas, tambores tradicionales y los acordes solemnes de la banda de música.

 

Cada paso tiene significado, cada giro es memoria, cada cruce de espadas es historia en movimiento. La coreografía, de apariencia militar y ceremonial, simboliza la lucha espiritual del alma contra las tentaciones y las fuerzas del mal. Por eso no es solo una danza: es un acto litúrgico, un teatro de fe popular, una procesión danzada que une lo divino y lo terrenal.

 

 

EL MOMENTO CULMINANTE

El momento más esperado llega cuando la imagen del Santo Patrón, Santiago, abandona la iglesia entre aplausos, cánticos y un cordón humano que abre paso a la procesión. Es entonces cuando las espadas se alzan, se cruzan, giran en espirales y forman figuras tan complejas como la estrella, el lazo o el caracol, símbolos de la eternidad, del viaje espiritual y de la lucha interior. Cada parada del recorrido es una ceremonia en sí misma, ejecutada con una solemnidad que conmueve tanto a los vecinos como a los visitantes que acuden desde todos los rincones de Galicia y del extranjero. Uno de los instantes más simbólicos y emotivos tiene lugar con la representación del Arcángel San Miguel, encarnado por el capitán del grupo de danzantes, enfrentándose a las tres espadas que simbolizan los grandes enemigos del alma: el mundo, el demonio y la carne. En ese momento, la Farsa alcanza su máxima carga espiritual y teatral, recordando que la danza no es solo celebración, sino también sacrificio, lucha, redención y esperanza.

 

FIESTA Y FUTURO

La jornada culmina en la Praza da Liberdade, con la maravillosa isla de Cortegada como telón de fondo. Tras la última figura, los bailarines lanzan sus boinas al aire en un gesto de liberación, de gratitud y de júbilo que marca el final del acto litúrgico y el inicio del festejo más profano.

 

Carril estalla entonces en música, abrazos, comida, risas y fuegos de artificio, como si el pueblo entero respirase al unísono tras haber cumplido, una vez más, con su rito ancestral.

 

 

Lejos de ser una simple recreación del pasado, la Farsa de Carril es una tradición viva, latente, renovada. No solo se mantiene, sino que se rejuvenece cada año con nuevas generaciones de danzantes, orgullosas de llevar sobre sus hombros una historia que comenzó —según los primeros registros históricos— en 1665. Su fuerza reside no solo en lo que representa, sino en lo que consigue: unir a un pueblo entero bajo el mismo compás, el de la memoria, la devoción y la comunidad.

 

Por eso, cada 25 de julio, Carril no solo honra al Apóstol Santiago. Se honra a sí mismo, como un faro de cultura, tradición y resistencia popular en el corazón de las Rías Baixas. Y cada espada que se alza al cielo es un eco del pasado que sigue vibrando en el presente con la misma intensidad de siempre.


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