¿Cómo? ¿Es eso cierto? Pues sí. Pero antes de explicar porqué, vamos a hablar un poco de ella. La cerveza es una bebida fermentada de baja graduación alcohólica y con unas características específicas en su composición que le proporcionan un especial interés nutritivo. Aporta unas 45 kilocalorías por cada 100 ml, por lo que una caña de 200 ml tendría 90 kcal, 34 en el caso de la sin alcohol (17 kcal por cada 100 ml).
La elaboración y consumo de esta bebida es una tradición muy antigua (desde 3500 a. C.) originada en las culturas curdas o sumerias, y que se ha transmitido a los largo de los siglos. En la actualidad es de alta aceptación en la sociedad debido a sus propiedades organolépticas.
Su consumo en España se realiza habitualmente entre comidas y como aperitivo. Esta bebida puede formar parte de una alimentación saludable, siempre que nos refiramos a adultos sanos, debido a las propiedades que le confieren tanto su baja graduación como las materias primas con las que está elaborada (agua, cebada y lúpulo). Además de su bajo contenido calórico, contiene diversos nutrientes como vitaminas del grupo B, fibra y minerales. La cerveza sin alcohol está elaborada con los mismos ingredientes naturales que la cerveza tradicional, por lo que su aporte nutricional es muy similar, aunque el calórico baja considerablemente.
El lúpulo, ese gran amigo que desconoces
El lúpulo es uno de los ingredientes fundamentales de la cerveza y puede tener beneficios sobre el metabolismo oxidativo, disminuyendo los niveles de colesterol total y triglicéridos. ¿Qué es lo que hace al paladar? Es el ingrediente que le da a la cerveza su característico sabor amargo.
La cerveza es el único producto alimentario que utiliza lúpulo en su elaboración . Desde la antigüedad el lúpulo se ha utilizado en la medicina tradicional para tratar distintas dolencias y enfermedades por su acción antibacteriana, su actividad antiinflamatoria y sus propiedades sedantes y diuréticas. Este uso terapéuticos todavía utilizado en la industria farmacéutica moderna.
Un trabajo realizado en un grupo controlado de monjas de clausura por la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA) y la Universidad de Valencia indica que el lúpulo en la cerveza podría prevenir enfermedades.
Tras el consumo de cerveza sin alcohol por parte de las monjas de clausura participantes en el estudio, se analizaron los niveles de colesterol total, HDL colesterol, LDL colesterol, LDL oxidativa y triglicéridos. Se observó una disminución de las LDL oxidativas en un 8% ya que la cerveza protege a las LDL contra la oxidación. Este es un dato de gran interés, puesto que esta lipoproteína es un factor de riesgo en la patología cardiovascular.
En lo que respecta a los parámetro de los marcadores de inflamación, se observa que el lúpulo disminuye en un 31% los niveles de proteína C reactiva. La proteína C-reactiva es producida por el hígado y su nivel se eleva cuando hay inflamación en todo el cuerpo. De hecho se considera que la proteína C reactiva determina el riesgo de cardiopatía en una persona cuando su nivel es alto.
Esta bebida, además, tiene una capacidad antioxidante global significativa, ya que posee valores similares a otras bebidas alcohólicas como el vino y no alcohólicas como el mosto (en general, las bebidas tradicionales fermentadas). De los estudios realizados se desprende que el tipo de cerveza no influye en el poder antioxidante: tanto las negras las rubias y las sin alcohol poseen valores similares., ya que esta presenta de valores antioxidantes proviene de las materias primas.
Los polifenoles de la cerveza proceden principalmente de la cáscara de la cebada y del lúpulo, mientras que las melanoidinas proceden del mateado. Es importante destacar determinados carbohidratos que actúan como azúcares reductores y ejercen una actividad antioxidante, al menos desde el punto de vista químico. Se trata de las vitaminas del grupo B y ácido fólico, que proceden de la malta y cuya concentración suele aumentar durante la germinación de la cebada.
¿Otra ronda contra la inflamación?
Otro estudio publicado en el número de marzo de la revista Internacional Immunopharmacology, de la facultad de Medicina de la Universidad de Innsbruck (Austria), indica que el consumo moderado de cerveza puede tener efectos protectores sobre los procesos inflamatorios. El departamento de Biología Química de esta universidad ha realizado un estudio en el que se analiza la producción de neopterina y la degeneración del tripotófano al estimular las células sanguíneas (linfocitos y monocitos) con fitohematoglutenina. Vayamos por partes. ¿Qué es la neopterina? Se trata de un producto liberado por los monocitos estimulados con características proinflamatorias. Esto quiere decir que la neopterina en alto grado está relacionada con la presencia de infecciones y varios tipos de desórdenes inflamatorios.
¿Y el triptófano?
Un aminoácido esencial que se obtiene a través de la alimentación.
El cuerpo humano utiliza el triptófano para alcanzar niveles óptimos de serotonina, un neurotransmisor importante para el organismo por su efecto modulador sobre un número considerable de funciones, entre las que destaca la regulación del estado de ánimo.
En condiciones normales las células sanguíneas periféricas (las de los brazos y las piernas), al ser estimuladas, aumenta la producción de neopterina e inician una degeneración del triptófano. Cuando estas células se incuban con tres diferentes tipos de cerveza (incluyendo una sin alcohol) se reduce la producción de neopterina y la degradación de triptófano. Suena bien, ¿verdad? Pero recuerda: bebe con moderación, o todos sus beneficios se irán al garete.