Cesión de fotografías: A Vilagarcía Antiga
De la formación de La Alameda, que se encuentra en la calle de La Marina, nos habla Manuel del Río Candamo en Notas para la Historia de Villagarcía.
La diferencia de niveles entre la pleamar sicigia (la conjunción u oposición de la Luna con el Sol) y la zona de edificación apenas excede de los 50 centímetros. Debido a esta circunstancia eran frecuentes las invasiones del mar en las calles. El fenómeno se producía en las equinocciales de marzo
y septiembre, si a la hora de la plea marea soplaba fuerte el viento de travesía. Por un pacto entre el Monasterio de San Martín, el Concejo y el Señorío de la villa en 1508, “los vecinos debían contribuir a los reparos del puerto y evitar que lo destruyese la mar”. El puerto al que se refiere el pacto era el primitivo muelle de pescadores que avanzaba hacia el cauce del río del Con desde la banda sur del Castro.
A principios del siglo XVIII se construyó la Casa de los Arcos, que data de tiempos de García de Caamaño “El Hermoso”, fundador de la villa. Por su costado norte corría un muro de contención, formando calle, que terminaba en ángulo con un pequeño muelle escalonado para el servicio de la industria de salazón y conservas que fue el primer destino de la nueva
casa (actualmente Colegio). El muro se prolongó en 1860 hasta el llamado Callejón de Puga (en la calle Callao) y comprendía la ensenada de abrigo, o zona del astillero, en donde se construían toda suerte de embarcaciones, incluso buques para la navegación de altura. De 1861 data el muelle de Cuevas (frente al edificio donde estuvo la Administración de Consumos), de 1884 el rompeolas continuación de este muelle hacia el norte y, de 1887, la doble rampa que había en la
prolongación de la calle Valentín Viqueira. El malecón propiamente llamado es el comprendido en el frente de la Alameda.
La llamada Casa de Bravo (seguramente el edificio donde está el Pequeño Bar) se construyó, a principios del siglo XIX, sobre el mismo solar de un almacén de salazón. Este edificio estaba emplazado en una línea que se consideraba prudencial en relación a las acometidas del mar. Miguel García Bravo, en 1818, solicitó y obtuvo del Ayuntamiento la cesión de una faja de terreno que comprendía el frente de la casa. En 1837 pidió se le permitiera cerrar el terreno con “un muro decente”,
con objeto de disecar una laguna que se formaba en invierno por falta de declive o vertiente hacia la mar.
Entre el mencionado muro de contención del mar y el espacio de paseo y descanso se dejó un espacio de siete metros de ancho. Esta zona se empleó como calle de tránsito para carros y demás vehículos que atendían la carga y descarga de las gabarras y galeones que acoderaban al muro de contención con la marea alta. Este muro se continuó a lo largo de la Avenida de la Marina hasta la Travesía de Colón, excepto en la entrada del Muelle de Hierro, que fue construido por Real Orden del 26 de Julio de 1878 y cuyas obras finalizaron el 8 de enero de 1890. Este muelle desapareció en el año 1963,
cuando se rellenó el terreno que se extiende desde la Plaza de la Pescadería hasta El Ramal, todo ocupado por el mar. En diciembre de 1865 un temporal destruyó el malecón y el arbolado de la alameda, llegando el mar hasta la calle del Río. En el mes de septiembre del 68, el vendaval ocasionó nuevamente grandes averías en la zona de la Rivera. Estas arremetidas eran frecuentes, con análogos perjuicios debido a la inconsistencia de las obras de defensa, muy débiles para contrarrestar el empuje del mar.
En 1869 se edificó la casa de José Cores Vizcaíno (frente al muelle). Había una condición: levantar un muro de defensa contra el mar en compensación del terreno que comprendía en su avance la nueva línea. La misma condición se les impuso a Valentín Vieites y Ventura Millán para construir sus respectivas casas. La del segundo, edificada en 1870, era la que limita la Alameda por el norte.
A principios de 1874 se proyectó un malecón en la Alameda con cimentación sólida, de 1 metro de espesor por 1,75 metros de altura, en talud por la cara exterior y sobre ella 1 metro de pared, de 50 centímetros de grueso, con losas de coronación.
En marzo de 1887, un vendaval furioso no solo destruyó en gran parte el malecón, sino que afectó seriamente al pretil del estribo del muelle de hierro, llegando los golpes de mar hasta abatir y romper algunos bancos de la Alameda.
La barrera determinada por la escollera que arranca de Ferrazo restó fuerza a la travesía y, por más que ronque fuerte Corrubedo, no se dan los espectáculos de las olas que después de embestir contra el malecón saltaban por encima de las casas de la Rivera, a la vez que hacían astillar alguna gabarra que por imprevisión no se había quedado al abrigo de Ferrazo.