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La Educación del siglo XXI

Emma Blanco | Revista eSmás Vilagarcía Nº 14

La educación emocional y social debe ayudar a aprender mediante un código ético y moral adecuado
La Educación del siglo XXI

La educación emocional y social

En las últimas décadas, la necesidad de incorporar la educación socioemocional al currículum se ha hecho más patente. La sociedad demanda una educación innovadora debido a, entre otros, la alta prevalencia de problemas derivados de comportamientos de riesgo en la juventud. España es uno de los países con menor rendimiento escolar según el último Informe Pisa y en 2020 se estima que la primera causa de enfermedad en Europa será la depresión. Estos datos reflejan la importancia de que los niños aprendan en el colegio a gestionar sus emociones y a solucionar sus conflictos sin perder la armonía.

¿Por qué las emociones?

La educación formal ha enfatizado adquirir conocimientos en detrimento de otros aprendizajes. Este enfoque cognitivo conlleva carencias sociales que se manifiestan en comportamientos como el consumo de drogas y alcohol o actos violentos. Además, en España, pese a tener mayores cocientes intelectuales, las evaluaciones internacionales muestran que el nivel académico del alumnado está por debajo de la media.

Se requieren reformas radicales en los sistemas educativos que permitan a los niños dejar de ser meros transmisores y puedan, mediante un concepto educativo más flexible, amplio e integrador, adecuarse a sus necesidades actuales.

Varias corrientes indican la importancia de trabajar las competencias socioemocionales:
 
  • La psicología positiva indica los beneficios de las emociones positivas en el bienestar psicológico y social.

  • La inteligencia emocional ha cambiado el paradigma del concepto de persona inteligente, destacando la importancia de los aspectos emocionales además de los académicos.

  • Las neurociencias destacan la importancia de las emociones en nuestra vida y decisiones.

  • Desde el ámbito educativo, el informe Delors de la UNESCO propone cuatro pilares: aprender a conocer, a hacer, a ser y a convivir. Los dos últimos se han ido olvidando.

  • En España, las autoridades políticas en materia educativa han incluido los términos “habilidades sociales” y “competencia social” en diferentes currículos de las comunidades autónomas. Algunas han introducido la novena competencia, la emocional, como un elemento importante por su influencia en los aprendizajes y en la conducta.

Además no podemos olvidar ciertos factores:

Es finalidad de la educación el desarrollo integral del alumnado y el autoconocimiento uno de sus objetivos. Actualmente lo emocional está relegado por contenidos más cognitivos y tradicionalmente “importantes”.

La educación se caracteriza por la relación interpersonal. Su base está formada por fenómenos emocionales, de los que se pueden derivar efectos de estrés o depresión.

El fracaso escolar va unido a emociones negativas: déficit de madurez y equilibrio emocional. Concentrarse exclusivamente en las capacidades lingüísticas y lógicas durante la escolarización, según Gardner (1995:47), “puede suponer una estafa para quienes tienen capacidades en otras inteligencias”.

Objetivos y eficacia de los programas de educación emocional y social

La educación emocional y social debe ayudar a aprender a aprender mediante un código ético y moral adecuado. La escuela (junto a la familia y comunidad) debe estar cada vez más comprometida con la vida cotidiana aportando una enseñanza relevante y crítica.

Los docentes han de impulsar este cambio generando climas de aprendizaje positivos. Fomentando mayores control emocional y empatía deben mejorar nuestras relaciones interpersonales. Pero las competencias emocionales y sociales no han de sustituir a las cognitivas, sino complementarlas.

La mayoría de estos programas se centran en la adquisición de cinco grandes destrezas intra e interpersonales:

 
  • Autoconciencia, reconocer nuestras propias emociones y sentimientos.
  • Regulación emocional, saber gestionar las emociones, no erradicarlas.
  • Empatía, aprender a ponerse en la piel de los demás.
  • Habilidades sociales, aprender a relacionarnos con los demás.
  • Habilidades para la vida, afrontar los retos que nos plantea la vida cotidiana y construyen nuestro bienestar.

Aumentando la conciencia de los estados emocionales se puede mejorar el autocontrol imprescindible para las acciones responsables y así aprender a evitar situaciones difíciles y poder tomar decisiones más adecuadas.

Los efectos de la educación emocional
 
  • Aumento de las habilidades sociales y relaciones interpersonales satisfactorias, de la autoestima, rendimiento académico y adaptación escolar, social y familiar
  • Disminución de pensamientos autodestructivos, índice de violencia y agresión, conducta antisocial o desordenada, expulsiones en clase, consumo de drogas, tristeza y sintomatología depresiva, ansiedad y estrés y desórdenes relacionados con la comida

A modo de conclusión

Los beneficios de la educación emocional y social son enormes y no deben restringirse a la adquisición de un mayor bienestar (imprescindible). Además, competencias emocionales como el autocontrol predicen mejor el rendimiento académico que el cociente intelectual. Los profesores y escuelas han de preparar a los futuros ciudadanos para que puedan afrontar, con valores adecuados, un mundo cambiante e imprevisible.

El cerebro emocional es responsable de la creatividad, motiva y favorece la acción, y la educación socioemocional es capaz de cambiar nuestro cerebro a través de la plasticida. Las emociones nos ayudan a apreciarnos a nosotros y al mundo que nos envuelve para así dotar de sentido y significado a la vida. El cambio es posible.


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