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Los inicios curativos de la Isla de La Toja

Redacción revista eSmás | revista eSmás O Salnés Nº 22 Otoño 2022

¿Qué propiedades curativas esconde la isla de La Toja?
Los inicios curativos de la Isla de La Toja

Hay una historia o una leyenda, según la cual, un matrimonio en O Grove, que tenía un burro bastante viejo, lleno de ataduras infectadas a causa del trabajo, y pensaron en deshacerse del mismo, para lo cual lo llevaron a la isla de La Toja, también conocida como de Louro, para que muriese tranquilamente.
Pasado un tiempo vuelven a la isla, y ven que su burro, no solo no ha muerto, sino que sus heridas habían curado y estaba contento. Este acontecimiento se va extendiendo por toda Galicia hasta llegar a los periódicos y a oídos de los literatos, hasta el extremo de que la muy famosa condesa de Pardo Bazán recogería la noticia, y en septiembre de 1899 publica en la revista catalana “La Ilustración“ un relato titulado “Salud en el fango-La Toja”.

La Pardo Bazán transformó la leyenda en un relato litera- rio diciendo que “El Colón de este nuevo mundo de salud fue un borrico, cuadrúpedo, cubierto de mataduras y de tiña, al que abandonaron, por no desconjuntarlo, en la isla desierta. Y al cabo de algunos meses, cual sería la sorpresa del dueño al encontrar en vez del esqueleto, un burro sano, saltando con el pelo tan reluciente que envidiaría a la cabalgadura de Sancho Panza. El animal se había revolcado en las saludables lamas. Sus heridas desaparecieron”.

El conocido investigador Antonio Casares que era farma- céutico, filósofo y catedrático de Química de las artes e interino de Historia Natural, Secretario Segundo de la Sociedad Económica de Santiago, estudió las aguas medi- cinales de la isla, describiendo la situación geográfica de La Toja diciendo que realmente son dos islas “entre la península del Grove y la embocadura del río Umia”, llamadas “Toja pequeña y Toja grande”, aunque añade que los naturales de Cambados las conocen como “Loujo o Louja a la grande y simplemente “Toja” a la pequeña, siendo en la primera donde habían aparecido aguas minerales.

 

 

En la descripción de la isla comenta que en la proximidad del mar es granítica, pero que el resto, “está cubierta por una capa de tierra de un pie a dos de grueso en la que solo se ven vegetar algunos brezos, helechos, zarzas y juncos. La pequeñez de estas plantas, su color oscuro, la falta absoluta de matas dan a la isla un aspecto sumamente triste y árido, que contrasta con la hermosa perspectiva de las próximas tierras de Cambados. Dicen que antiguamente había en la isla un pinar, y no dudo, que con pocos esfuerzos podrían conseguirse allí la mayor parte de las plantas y un cultivo bastante esmerado”.

La fama de sus aguas y lodos, así como la ventaja de su uso fue creciendo, y el científico Roque Carús Falcón al hacerse eco de las virtudes de los barro y aguas de la isla así como de las instalaciones primitivas, comentaría que “Los balnearios de La Toja no ocuparán sin duda, el lugar preferente que de hecho les corresponde entre los de su clase, ínterin ni se perfeccionen las vías de comunicación... Y sobre todo mientras su instalación balneoterapica no salga del primitivo y lamentable en que se encuentra, que no corresponde, ni con mucho, a las exigencias actuales de una medicación hidro-termal”.

 

 

La famosa historia del borrico no era compartida por todos los investigadores. Así, el que fue ministro de Hacienda y autor del famoso “Diccionario Geográfico, Histórico y Estadístico de España, Pascual Madoz, dice lo siguiente: “En el extremo de la de Loujo o Toxa grande surgen las aguas minerales desconocidas hasta hace poco tiempo, y cuyo hallazgo es bastante curioso. Efectivamente, algunos paisanos habían notado que en dicho extremo meridional se sentía calor en la planta del pie. Desdeluego, se les ocurrió la idea, tan común en aquellos pueblos, de tesoro escondido, hicieron una excavación y a poco tropezaron con agua muy caliente que les asustó, porque creyeron que era cosa de encantamiento. Por aquel tiempo era frecuente hablar de tesoros de tiempo de los moros cuando algo anormal se detectaba en la tierra.

Muy pronto se divulgó ocurrencia, y un francés achacoso quiso probar las indicadas aguas termales y le surtieron buen efecto. Comunicó esta noticia a un curandero de las inmediaciones llamado Mosquera, y le excitó a mandar allí algunos enfermos, con lo que fue extendiéndose la nueva del descubrimiento de estas aguas. Con la muerte de Mosquera quedaron olvidadas algunos años, y en 1830, un cura párroco que recordaba las curaciones conseguidas con su uso, se fue allá con un criado también enfermo, y les probaron bien. Desde entonces, todos los años han ido algunos a tomar baños pero el número de concurrentes se aumentó considerablemente desde el año 1837, a consecuencia de los ventajosos resultados que ofrecía. Por lo mismo es deplorable que no haya en este punto los edificios y comodidad que en otros de igual clase y acaso de menos importancia, pues solamente existen algunas barracas y algunas casas de piedra cons- truidas desde 1840 por una empresa particular habiendo también una capilla para celebrar misas los días festivos. Fuera de estos, los enfermos carecen de todo auxilio, y más de una vez se han visto sin pan por no haber llegado a tiempo la lancha desde Cambados que lleva las provisiones. Hasta para tomar el baño se ven precisados a abrir un hoyo a manera de sepultura que se llena por su fondo de agua mineral. A pesar de esto, el número de enfermos, ansiosos de encontrar la salud se aumenta constantemente, sin que pueda atribuirse tal concurrencia a elogios interesados o a noticias supuestas de sus virtudes, pues hasta ahora nadie hubo que en ello tuviese objeto particular”.

Fruto de la llegada y estancia de tantos enfermos a la isla fue una obrita de teatro de Manuel Rey Posse, con el título de “Loujo”, en la que relata mundanas y graciosas situa- ciones de los bañistas de la isla, famoso sobre todo por haber escrito la letra de “A lenda de Montelongo”.

 


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