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Nuestras Emociones

Elvira Romay Cousido. Terapeuta / Counsellor Humanista Integrativo | revista eSmás O Salnés N 28 Primavera 2024

Reconocer la emoción que sentimos en un momento determinado, nos ayuda a conocernos mejor a nosotros mismos.
Nuestras Emociones

Somos maestros en ocultar nuestras emociones. No queremos mostrar nuestra vulnerabilidad con las personas que nos rodean, entonces cuando estamos tristes y nos preguntan, “qué tal estás”, contestamos “vamos tirando”.  Cuando éramos pequeños nos decían que no llorásemos y que no se nos ocurriera enfadarnos.

La emoción es energía. Según la RAE, es una alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática. Cada uno de nosotros es capaz de reaccionar y gestionar una emoción ante un estímulo del presente. En ocasiones, vemos a alguien estallar y gritar de forma desproporcionada. Lo que está pasando es que ese estímulo del presente le ha conectado con un conflicto o un trauma del pasado. 

Es importante trabajar nuestro mundo interior para gestionar esas emociones antiguas que fueron bloqueadas o no fueron gestionadas adecuadamente por miedo a hacer el ridículo, a hacer daño a otra persona, a perder el control, a quedar en evidencia, u otros muchos motivos. Hay personas que cuando les preguntas sobre la emoción que están sintiendo no son capaces de nombrar ninguna, y hablan de dolor en la mandíbula (rabia), sensación continua de ganas de llorar (tristeza), cansancio o fatiga (tristeza y miedo), estómago revuelto (miedo y a veces rabia).

Reconocer la emoción que sentimos en un momento determinado, nos ayuda a conocernos mejor a nosotros mismos. Además nos permite canalizar la emoción de forma segura y expresarla de forma adecuada sin hacernos daño a nosotros mismos, ni a los demás.

La investigadora Katharina Kircanski en el año 2012 publicó un estudio sobre las emociones. En él dice que describiendo las emociones con palabras, conseguimos hacerlas menos intensas. En su estudio participaron adultos con fobia a las arañas. A mayor número de palabras relacionadas con la ansiedad y el miedo que sentían al ver estos animales vivos, menor fueron sus respuestas de miedo a esos arácnidos.

Cuando somos niños (a algunos adultos también les pasa) y sentimos tristeza, vergüenza, miedo u otras emociones desagradables, ocultamos estas emociones, no las compartimos con nadie. Primero para no volver a sentirlas, porque no queremos volver a sufrir. Creemos erróneamente que si no compartimos, esas emociones desaparecerán, y no es así. En segundo lugar, por un sentimiento de fracaso, queremos sacar a relucir nuestros triunfos y alegrías, no emociones desagradables. Entonces nos callamos.  Lo importante es que esa emoción salga, en forma de palabras, hablando de ello con una persona de confianza, escribiendo una carta o un diario, o llorando, a ser posible reconfortados por alguien que nos acompañe en nuestro dolor. Si nos sentimos bloqueados por nuestras emociones, si sentimos muy pesada nuestra mochila emocional, si nos desbordamos emocionalmente muy a menudo, es buena idea acudir a un profesional de la salud mental que nos ayude a aliviar ese peso, trabajando a nivel emocional profundo ese pasado que está molestando en el presente.

Mostrarse vulnerable forma parte de nuestra naturaleza humana. Darse cuenta de nuestro mundo interior, de nombrar las emociones que sentimos y canalizarlas de forma segura, nos permitirá darnos cuenta también de las emociones de las personas con las que compartimos nuestra vida y de tener una mejor conexión emocional con los demás. Nos permitirá, además, regular nuestros impulsos. Conseguiremos en lugar de ser reactivos, ser receptivos, estar más calmados y más conectados con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea. Nos permitirá en definitiva, tener una mayor resiliencia. 


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