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Parque Enrique Valdés Bermejo. El pequeño bosque

Redacción revista eSmás | revista eSmás Vilagarcía Nº39 Invierno 2022

Situado al pie del castro Alobre, este pulmón verde de Vilagarcía cuenta con especies únicas y mucha historia.
Parque Enrique Valdés Bermejo. El pequeño bosque
Hay que remontarse a los años treinta del siglo XX para saber de los inicios del jardín botánico Enrique Valdés Bermejo, una de las enseñas verdes de Vilagarcía de Arousa y conocido también como O Castriño por hallarse al pie del castro de Alobre, que sería cuna de la ciudad.Son doce mil metros cuadrados en los que conviven multitud de especies de todo el mundo, rodeadas también de una historia fascinante.

¿Quién fue Enrique Valdés Bermejo, de quien toma el nombre este pulmón verde? Había nacido don Enrique en Villaviciosa (Asturias), en el año 1945, y vivió en Vilagarcía sus últimos dieciocho años con su familia -su mujer Juracema, sus dos hijas, Patricia y Teresa, y su madre, Teresa Bermejo Goday-. Estudió la carrera de Farmacia en la Universidad Complutense en la que obtuvo el título de licenciado en el mes de junio de 1968, y el de doctor -con el Premio Extraordinario-, en febrero de 1973. Dio clases de Botánica en la facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid y fue investigador apasionado. Tanto, que formó parte de varias expediciones que le llevaron, entre otros, a países como Perú y Bolivia. Fue colaborador científico del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y, por ende, del Jardín Botánico, donde tuvo una labor activa y brillante. Era el prototipo de naturalista de campo, que recolectaba casi todo lo que encontraba y estudiaba con interés. Falleció en 1999, recordado para siempre en este pequeño bosque urbano.

Rebautizado en 2001 con el nombre del eminente farmacéutico, el parque do Castriño puede considerarse toda una joya medioambiental arousana. En su origen formaba parte de las propiedades de los duques de Terranova, quienes decidieron crear una finca llena de árboles exóticos que llegaron a Vilagarcía desde diferentes partes del planeta por mar.
En la zona estuvieron otras mansiones como las de los Calderón o de los González Carra y otros influyentes de la localidad que tenían sus propios embarcaderos. Entonces el lugar era conocido como A Comboa cuya fisonomía empezaría a cambiar a partir de 1915, cuando comienzan las obras del puerto comercial y más tarde la carretera de Vilaxoán, hoy avenida de Valle Inclán. La historia cuenta también que estos lares recibieron visitas de importantes figuras, entre las que se integran los reyes Alfonso XII y Alfonso XIII e incluso se tuvo en cuenta como posible ubicación de residencia real, que finalmente se proyectó en la isla de Cortegada.

Con el tiempo, la parcela pasó a ser de uso público y el Concello la destina a disfrute de la ciudadanía. Tiene esta pequeña fronda árboles únicos y centenarios, catalogados como singulares en el archivo del Centro Forestal de Lourizán. Aquí hay avellanos, nogales americanos o una araucaria, cuya semilla trajo el propio doctor Valdés. También alcanforeros, arces, cipreses, magnolios o bambúes. Y otras especies más conocidas como robles, acebos o castaños. 


A día de hoy son diversos los colectivos y entidades que reclaman una mejora en el acondicionamiento del parque que, pese a todo, -el tiempo, los temporales...-merece siempre una visita por lo singular de sus árboles y por el pasado que encierra. Un legado que enlaza, precisamente, con el nombre con el que se le conoce, O Castriño, por estar situado a los pies del castro de Alobre.

Es este yacimiento otro de los iconos vilagarcianos, construido por los primitivos pobladores en la parte alta de un promontorio bien protegido -O Montiño-, lo que le confería un carácter estratégico de defensa. Alobre es la cuna fundacional de la urbe, ocupado, según los estudios, entre los siglos I a.C. Y III d. C., alcanzando su máximo apogeo durante el imperio de Augusto.

Las sucesivas excavaciones han revelado un recinto con tres alturas en cuyo entorno han ido apareciendo numerosos vestigios, desde un ara romana a tumbas de diversa tipología, pasando por monedas, vasijas, fíbulas o cuchillos.

Siempre merece la pena, tras un agradable paseo por el parque botánico, acercarse a conocer esta estructura en la que se puede observar restos de diversas edificaciones, tanto circulares como ovaladas. También los vestigios de un hipocausto y su sistema de calentamiento mediante piedras en agua que luego se usaban en baños y termas.
También se encuentra un “concheiro”, un gran depósito de unos cien metros cuadrados de superficie y casi ochenta de altura en los que se desechaban los restos de moluscos como almejas, mejillones o navajas, aunque también huesos de animales.

El castro está ahí para su visita, lo mismo que el pequeño bosque bautizado con el nombre del profesor Valdés Bermejo. Además de sus especies arbóreas el espacio verde está atravesado por un riachuelo, un molino metálico, escaleras de piedra y mucho encanto. Sin duda, O Castriño merece el interés de todos.


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