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Ulpiano Buhigas, un aventurero e inventor de Carril

Victor Viana | Revista eSmás Vilagarcía Nº 15

En el último tercio del siglo XVIII empiezan a llegar a Galicia, y especialmente a las Rías Bajas, un elevado flujo de catalanes.
Ulpiano Buhigas, un aventurero e inventor de Carril

                                                                                                                  

                                                                                                                      Retrato de Ulpiano Buhigas y Prat                         

      

















 

  
Autor: Victor Viana                                            Cesión de fotografías:         Historiador y médico                                                A Vilagarcía Antiga
                                                                                                                                                                                                                                           
En el último tercio del siglo XVIII empiezan a llegar a Galicia, y especialmente a las Rías Bajas, un elevado flujo de catalanes,- alrededor de 15.000- que serán conocidos como fomentadores, y que revolucionarán la pesca y el comercio de la sardina.
Con el tiempo, ampliarán sus negocios a otras tareas: compra venta de fincas, prestamistas, comerciantes de licores, etc. La mayoría de ellos volverán a Cataluña cuando el negocio se vaya agotando, pero algunos se quedarán en Galicia, interviniendo en sucesos históricos merecedores de elogio y recuerdo.
Uno de estos fomentadores fue Salvador Buhigas Janma, que se estableció en Vilaxoán a principios del siglo XIX, ampliando sus negocios de la sardina a otras partes de la ría, y uno de sus hijos, Ulpiano Buhigas y Prat, pasaría a la historia por sus ingeniosas dotes como inventor y reconocido trotamundos.

Nacido en Carril en 1833, se introdujo al principio en los negocios familiares, como socio de su hermano en una fábrica de fósforos. Finalmente, rompió con la tradición familiar de dedicarse a los negocios, a la política y a la milicia, para entrar de lleno en el mundo de los viajes y de la invención.

Su vida como viajero, emprendedor e inventor fue tan apasionante que mereció un estudio monográfico del que fuera importante periodista y editor, Juan Compañel, del cual tomo gran parte de los datos.
Desde niño demostró una habilidad especial en el aprendizaje de las matemáticas y las lenguas, llegando a dominar el inglés y el francés, y algo que era obligatorio por aquellos años, el latín, que a la postre no le serviría de nada. Comenta el citado editor que “desde muy joven aun, y llevado de su genio emprendedor, hizo un viaje a la Habana,

“Consiguió llevar a cabo su invento: 
la conservación de las carnes en su jugo natural ”

 

donde residió algún tiempo, hasta que se vio obligado a regresar a su casa por efecto de una enfermedad que contrajo, curado de la cual, y no siendo su carácter apropósito para el reposo, se dirigió a Inglaterra. Llegó a Londres en aquella época en que se había desarrollado en todas partes un verdadero furor para marchar a Australia, cuya fama en minas ricas de oro deslumbrara, nueva California, a los ávidos especuladores. Afanoso de aventuras, emprendió Don Ulpiano Buhigas un viaje a aquellas regiones de la Oceanía, donde, comprando en compañía de otros extranjeros una mina aurífera, se dedicó a la explotación. Un desgraciado accidente que le ocurrió visitando las excavaciones hechas en busca del codiciado metal, y que le ocasionó la dislocación y fractura de un brazo, fue causa de que se decidiese, con el fin de regresar a su país, a vender la mina a otros industriales, que por cierto, encontrando al muy poco tiempo una riquísima veta, hicieron una fabulosa fortuna.
Restituido el Sr. Buhigas a su patria y una vez bastante mejorado en los baños de Cuntis, concibió, fresco aun en su imaginación, el recuerdo de las explotaciones de Australia, la idea de explotar las arenas auríferas del río Miño. Al efecto hizo estudio y construyó en Carril los aparatos útiles, y trasladándose a Orense, puso en práctica su proyecto, y si bien logró la extracción de algunas pepitas de oro, como no compensaban sus productos los gastos del trabajo, tuvo que abandonar esta empresa, volviéndose a Carril al lado de su hermano Salvador, conocido comerciante de dicho pueblo”.

Su hermano Salvador es digno de otra monografía bien extensa por su contribución al comercio de la navegación a través del puerto de Carril, y sus iniciativas industriales y políticas, ya que fue alcalde Carril con el inicio de las obras del ferrocarril de Santiago a Carril.
Lo cierto es que Ulpiano, abandona su pueblo en 1867 con destino a la República Argentina, presentándose en Buenos Aires a un concurso de planos para una plaza mercado, siendo aprobados por las autoridades los presentados por Ulpiano.
De Argentina a los Estados Unidos, en donde residió dos años, y de aquí a Montevideo en donde contrae matrimonio, y empieza con la idea de inventar un sistema para el mantenimiento fresco de la carne de vaca, en una nación en que prácticamente las vacas lo eran todo.
Finalmente consiguió llevar a la práctica su invento: la conservación de las carnes en su jugo natural, y prueba de su eficacia, es que los gobiernos de Uruguay, Argentina, Brasil, Perú y los Estados Unidos se interesaron seriamente por el invento. Incluso en Francia e Inglaterra mostraron su buena disposición a estudiar su efectividad. 

Concretamente el gobierno del Uruguay, a través de su Consejo de Higiene Pública de Montevideo, emitió un laborioso informe, según el cual, “tratada la muestra de carne con los reactivos que la ciencia indica, no se ha manifestado la presencia de ninguna substancia que obste su uso como alimento, por lo cual ha sido preferida por aquel gobierno para el abastecimiento de ejércitos y escuadras”. El público se hizo eco de estas pruebas científicas, y periódicos de prestigio como “El Comercio” de Montevideo, “El Diario del Comercio” y “La unión”, mostraban su apoyo alya conocido como “sistema Buhigas” de conservación de carnes.
Un capitán de barco comentaba precisamente al periódico “El Comercio”, que “yo nunca he podido comer carne salada, pero esto es otra cosa, es un jamón”.

Como potencia naval tanto militar como civil, a Ulpiano Buhigas le interesaba sobre todo introducir su sistema en las flotas españolas,especialmente en la Armada, que era la que podía experimentar su invento y emitir un informe serio. Por ello, y a través del buque español, “Terita” envió una remesa de carne tratada a la escuadra española en La Habana, que tras ser probada y convencer a los médicos, hizo que las autoridades de la Comandancia General del Apostadero Naval de Cuba, elaboraran un informen recomendando su uso en la armada, “no solo por el largo tiempo que se conserva, sino también por sus buenas condiciones y su agradable gusto”.
Con el paso de los años, su invento se estancaría debido a los avances de la refrigeración.
Finalmente, regresó a su querido Carril, en donde falleció en el año 1892.

 

 






 

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